En sus propias palabras, Clemente Aguirre describe cómo pasó casi 15 años en el pabellón de la muerte de Florida por un crimen que no cometió.

Clemente Aguirre and his legal team stand in court. Clemente smiles with his hand over his heart.

Clemente Aguirre and his legal team. Innocence Project/Phelan Ebanhack.

Sé lo difícil que es luchar contra un gobierno que quería matarme. El estado me veía simplemente como un inmigrante indocumentado desechable y por esta razón perdí casi 15 años de mi vida. Todo por un crimen que no cometí.

En el 2004 trabajaba en un restaurante y estaba aprendiendo el oficio de cocinero. Una noche que estaba libre, cuando regresaba a casa después de visitar a unos amigos, fui a visitar a mis vecinas como hacía a menudo. Al entrar a su remolque vi una escena sangrienta: los cuerpos de mi vecina Cheryl y de su madre.

Estaba aterrorizado. Traté de verificar que estaban respirando, pero no pude despertarlas. Tuve miedo de que la persona que les había hecho daño estuviera allí. Tuve miedo de llamar a la policía porque no quería que ellos pensaran que yo lo había hecho y que me deportaran de vuelta a Honduras.

Lo pensé un rato y decidí que lo correcto era acudir a la policía. Nunca había sido arrestado o había tenido interacción con la policía, pero sabía que tenía que ayudar.

Mis peores temores se hicieron realidad. Me convertí en el único sospechoso de la policía. No sabía lo que estaba pasando y casi no hablaba inglés. La policía me dijo que sabían que era indocumentado y me amenazaron con deportarme si no firmaba unos documentos que no pude leer.

Inventaron una historia y dijeron que había matado a las mujeres porque me habían faltado al respeto. Me vieron solo como un indocumentado hispano y decidieron que era culpable.

Más adelante, mis abogados descubrieron que la policía tenía pruebas que hubieran comprobado mi inocencia de inmediato pero que nunca analizaron.

Después de estar encarcelado casi dos años esperando por el juicio, fui declarado culpable de homicidio en primer grado. Un juez me sentenció a muerte cuando el jurado no pudo decidir si merecía o no ser ejecutado. (En ese entonces, Florida era uno de los únicos estados que permitía que alguien fuera sentenciado a muerte incluso si el jurado no lo aprobaba por unanimidad.)

A group of five men and one woman stand in a state capitol building. The men wear black and blue t-shirts that say "Witness to Innocence". Clemente Aguirre is in the center.

Clemente Aguirre at the Florida Capitol with EJUSA Trauma & Healing Network Manager Christine Henderson and members of Witness to Innocence. Lance Oliver Photography.

Cuando el juez dictó la sentencia, me quedé pasmado. Hasta ese momento me había negado a creer lo que estaba pasando. No podía creer que el mejor país del mundo iba a enviar a un hombre inocente a prisión y mucho menos que lo sentenciaría a muerte. Estaba muy asustado.

En el 2011, después de siete años en la cárcel — incluyendo cinco años en el pabellón de la muerte — mis abogados finalmente lograron que se analizaran las pruebas forenses que comprobaban mi inocencia. Pensé que todo se solucionaría. Pensé que me iban a dejar libre.

Pero permanecí en el pabellón de la muerte cinco años más. Los tribunales se negaron a revocar mi sentencia. Cuando lo hicieron, la fiscalía dijo que volverían a enjuiciarme y que nuevamente solicitarían la pena de muerte.

Durante todo este tiempo las pruebas forenses que comprobaban mi inocencia indicaban que la hija de mi vecina Cheryl — una mujer blanca — probablemente las había matado. Ella había confesado que había cometido los homicidios por lo menos en cinco ocasiones distintas.

En el 2018, después de casi 15 años, fui finalmente exonerado. Salí caminando del pabellón de la muerte, pero ese mismo día me esposaron y me pusieron bajo custodia de ICE para deportarme. No había podido respirar el aire fresco de la libertad cuando me metieron en una camioneta y me llevaron a otra celda. Solo gracias a la generosidad de mis abogados que pagaron la fianza estoy fuera de la cárcel hoy.

Pero mi lucha no ha terminado.

Estoy luchando para permanecer en Estados Unidos a pesar de que el estado de Florida trató de matarme. Estoy luchando para que se me indemnice por ser encarcelado injustamente (algo que Florida dice que no merezco porque era indocumentado cuando me arrestaron). Estoy luchando con el Departamento del Alguacil que me condenó injustamente solo porque era inmigrante. Estoy luchando para poder trabajar a pesar de que no tengo licencia de conducir o identificación del estado y estoy luchando para ayudar a otras personas que, al igual que yo, son víctimas indocumentadas atrapadas en el sistema de justicia penal.

Clemente es una de las más de 200 personas que han sido exoneradas del pabellón de la muerte en los últimos 40 años. Otras personas inocentes siguen en el pabellón de la muerte luchando para que sus casos sean llevados ante tribunales que no quieren aceptar sus pruebas de inocencia. La pena de muerte no funciona. Debemos eliminarla de una vez por todas.

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